Hace tiempo que me dan vueltas en la cabeza palabras y expresiones de esas que repetimos sin pensar, que van calando gota a gota en las personas que las reciben, y que a menudo, cuando son niños a quienes les llegan, están tan acostumbrados a escucharlas, que las creen ciertas.
Después andamos necesitados de terapia para quitarnos esas creencias que tan aferradas llevamos. Porque cuando los adultos repetimos sin cesar esas afirmaciones, ellos los pequeños las interiorizan como ciertas. Y una de las que creo que hace más daño es la de decir a los niños que todos han de ser amigos. ¿Os suena? Hay un conflicto entre pequeños y se acaba resolviendo con ese, venga daros un abrazo y a jugar que tenéis que ser amigos. Nada más lejos de la realidad. He tenido alumnos con tres años, que a día de hoy pasando la trentena siguen con los mismos inseparables que tenían en aquel Jardín de Infancia. Pero también he conocido a niños que han tenido amigos y otros que no han tenido. Porque igual sus amigos estaban fuera del colegio, en otros ámbitos, en otros grupos, o en su pueblo como me pasó a mí. O tal vez, conocerían a sus amigos en otras etapas de la vida.
¿Os imagináis cómo se sienten los niños que no tienen amigos en la clase? Que tienen una buena relación como compañeros, pero no tienen inseparables. Cuando oyen eso de, es que tenéis que ser amigos, tal vez puedan pensar, ¿y qué hago yo mal para no tener amigos? Y realmente ¿qué valor le estamos dando a la amistad como debe ser y la fuerza que tiene en la vida?
Los niños han de relacionarse con sus iguales evidentemente, porque se pasan un montonazo de horas de su vida con ellos. Pero eso ¿quiere decir que han de ser amigos de todos los que están en su clase? ¿O de todos los de su equipo? Por supuesto que no. Han de saber relacionarse porque son sus compañeros, y porque han de aprender a respetarse primero a sí mismo y luego a todos los demás.
Y luego están algunos niños que tienen amigos, pero que entonces su universo se acaba allí. No saben jugar ni relacionarse sino es con ese grupo de niños, o con ese niño en concreto. O el dolor cuando alguien les dice que ya no es su amigo, que es real, y lo sienten en el corazón. Y la importancia de que entiendan que no se puede obligar a nadie a que sea tu amigo, y que el chantaje tampoco equivale a amistad. Porque a veces son amigos a cambio de algo… ¿de verdad creéis que es bueno decretar que todos han de ser amigos? Este curso trabajamos en clase de Educación Física a partir de grupos que yo había creado, diferentes juegos y actividades que debían hacer. Al principio para algunos aquello era el caos, porque estaban perdidos sin sus súper amigos, como si el resto de la clase fuera gente que había aparecido llegada de otro planeta. Después de cuatros sesiones, al preguntarles que valoraban de esos días, su respuesta fue casi general. El haber aprendido a jugar y estar con niños con los que nunca lo hacían.
Capacitamos a las personas en aprendizajes, da igual en el nivel que sea, y se da por supuesto que todos tenemos habilidades para estar con los demás. Habilidades sociales que no traemos de serie, pero que podemos aprender. Porque creo firmemente que está bien enseñar materia, que por supuesto hay que hacerlo, pero el alumno es una persona primero que todo. No es un disco duro al que le vamos añadiendo archivos sin más. Porque ese alumno pequeño, se va haciendo mayor, y llega a la ESO y a veces se viven auténticos dramas, porque no saben cómo hablar con sus iguales, o como trabajar en grupo. Y ya no digamos cuando llegamos al mundo laboral. Que levante la mano si en vuestro entorno de trabajo tenéis a vuestros amigos. Puede ser que sí… yo tengo la suerte de levantar esa mano. Pero ¿siempre es así? Por supuesto que no, por eso igual que de mayores tenemos claro que en el trabajo todos somos compañeros, no amigos, deberíamos pensarlo mejor cuando les decimos a los niños, eso de que todos tienen que ser amigos. Llamadme borde pero cada vez que oigo esa sentencia, de dentro me nace un: porque tú lo digas.